
Buscar comida en el desarrollo mercantilista
La avenida prospero, con ese irónico nombre
es la vena más comercial de la ciudad de
Iquitos. La cantidad de motos y mototaxis es
incontable, el ruido es agobiante y el caminar
de la gente es presurosa, son las primeras
señales que encuentra cualquier visitante. A
las primeras horas de un día lunes, busco algo
que desayunar y no encuentro más que
grandes ti endas de al macén,
electrodomésticos, productos de consumo y
no necesariamente de primera necesidad. En
cada esquina de dicha avenida un indigentes
esperando colaboración, en la salida de los grandes bancos niños pidiendo comida. Ya estaba algo
desesperado y molesto por el intenso calor. Sólo quería un vaso de cocona helada y un juane
caliente para calmar el hambre. Un niño me pide dinero, ya era el quinto en solo cuatro cuadras. Le
propongo que si me lleva a un lugar donde hay comida, le doy un sencillo. Ya, me dijo. Lo seguí,
entre en unas calles, cruce un par de esquinas y tenía el puerto Belen de cerca, uno de los lugares
más pobres y peligrosos de Iquitos. En una cantina improvisada, el niño le dice a una señora, dale un
menú y yo agregué interrumpidamente y un refresco cocona. La señora de cabello rojo poco
desteñido, de rostro sudoroso, con una sonrisa forzada me contesto. Agradecí al niño, le di un dos
soles con lo que compro un Juane igual que el mío. También tengo hambre me dijo. Nos sentamos
en una mesa de madera donde las mosca se pegaban de vez en cuando.
No tenía nada que perder, así que no estaba asustado. Era muy temprano para que alguien pueda
morir acuchillado por un delincuente. Le pregunto su nombre, se llama Macó, era huérfano de
padre y conocía Iquitos como la palma de su mano. Tenía cinco años y no le gustaba la escuela. No
iba hace meses. Me cuenta que su padre murió en Lima en un asalto, no me pregunte más. De
pronto el lugar se lleno de personas indigentes de todo tipo y ocupación. Desde el ciego que leía el
periódico, hasta el triste manco que sonreía conversando con otro en silla de ruedas. El lugar se
lleno rápidamente, era hora del almuerzo. Macó me cuenta que la señora Lupe es la única que da
comida a tan bajo precio. Iquitos es una ciudad que no exporta nada, es irónico no hay frutas en la
selva, la gente no siembra, solo existe tala arboles y un consumo exacerbado de bienes banales.
Los residuos de una prosperidad económica de una avenida son el alimento de alguna gente. La
pena o el remordimiento, saliendo de comprar un televisor Lcd, es la comida de algunos. Yo salgo
un poco confundido, el hambre se me fue y no pude acabar el juane mas no la cocona helada. Macó
me dice por donde salir y una imagen que me ilustra como están las cosas en Iquitos, una larga
cola en cajeros modernos y afuera varios niños pidiendo algo para la cena. Aún confunde.
Nahun Saldaña Macedo

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